La Flecha Envenenada

30.05.2017 16:46

 

La flecha envenenada: La parábola budista que nos pone frente a frente con nuestro mayor error

 

Buda, en la búsqueda de la iluminación, también intentaba descubrir cómo liberarnos de la ignorancia y el sufrimiento. Al igual que otros grandes sabios del pasado, propuso una filosofía práctica que nos anima a centrarnos en las cosas más sencillas como una vía para alcanzar metas mayores. El taoísmo lo resumió perfectamente en una frase: un camino de mil kilómetros empieza por un solo paso. Sin embargo, en la vida cotidiana nos resulta difícil aplicar estas enseñanzas.
 

La parábola de la flecha envenenada

 
En el Majjhima Nikaya, una colección de textos atribuidos a Buda que forman parte del Canon Pali, podemos encontrar la “parábola de la flecha envenenada”. Gautama Buda le contó esta historia a un discípulo que se mostraba impaciente por escuchar del maestro las respuestas a las “14 preguntas sin respuesta” relacionadas con cuestiones metafísicas como la vida después de la muerte.
 
"Hubo una vez un hombre que fue herido por una flecha envenenada. 
 
Sus familiares y amigos querían procurarle un médico, pero el enfermo se negaba, diciendo que antes quería saber el nombre del hombre que lo había herido, la casta a la que pertenecía y su lugar de origen. 
 
Quería saber también si ese hombre era alto, fuerte, tenía la tez clara u oscura y también deseba conocer con qué tipo de arco le había disparado, y si la cuerda del arco estaba hecha de bambú, de cáñamo o de seda. 
 
Decía que quería saber si la pluma de la flecha provenía de un halcón, de un buitre o de un pavo real... 
 
Y preguntándose si el arco que había sido usado para dispararle era un arco común, uno curvo o uno de adelfa y todo tipo de información similar, el hombre murió sin saber las respuestas".
 
Al leer la parábola la primera idea que nos viene a la mente es que la actitud del hombre herido es absurda y necia. Sin embargo, Buda nos está diciendo que todos nos comportamos de la misma manera sin darnos cuenta.
 
De cierta forma, todos estamos heridos con esa flecha envenenada ya que, antes o después, moriremos. Sin embargo, vivimos sin ser plenamente conscientes de nuestra mortalidad, por lo que a menudo le damos una importancia excesiva a cosas intrascendentes que nos impiden disfrutar del presente sumiéndonos en un estado de preocupación innecesario.

 

Grandes enseñanzas para toda la vida

 
- Céntrate en lo que realmente te ocurre
 
En muchas ocasiones, para resolver un problema es importante no perderse en divagaciones, necesitamos actuar. Lo más usual es que detrás de esas cavilaciones se esconda el miedo y la incertidumbre. Cuando nos enfrentamos a un problema y nos vamos por las ramas, aunque sabemos cuál es la solución definitiva, es porque tememos a algo. Sin embargo, considera que a largo plazo las soluciones tibias solo sirven para generar más problemas, además de crear un estado de insatisfacción interior. 
 
En otros casos activamos mecanismos de defensa como la proyección o el desplazamiento mediante los cuales trasladamos el problema fuera de nosotros mismos, o intentamos esconderlo. Generalmente esto se debe a que no deseamos aceptar que formamos parte del problema, por lo que para solucionarlo primero debemos trabajar sobre nosotros mismos. En cualquier caso, la estrategia nunca es mirar hacia otro lado, es importante comprender qué nos ocurre realmente y aprender a priorizar aquí y ahora.
 
- Da un paso a la vez
 
La mente puede convertirse en nuestra mejor aliada o nuestra peor enemiga. Podemos usarla en positivo para solucionar problemas o podemos usarla en negativo encontrando un problema para cada solución. Para vivir con menos agobio y estrés la clave consiste en ir paso a paso. Eso no significa que no podamos anticiparnos a los problemas, pero debemos asegurarnos de que no estamos alimentando un pensamiento catastrofista. 
 
Céntrate en el presente, valora cuidadosamente la situación en la que estás y da un paso a la vez, ese paso no te llevará directamente a tu destino, pero al menos te sacará de donde estás. Vive día a día, como si cada jornada fuera la primera y la última de tu vida.
 
- Deja que todo fluya y que nada influya
 
A veces nos quedamos cautivos de los problemas, aunque estos ya se hayan solucionado o formen parte del pasado, ya que siguen rondando nuestra mente, provocando desazón, ira, frustración y rencor. Cuando nos aferramos a lo sucedido, cuando no dejamos ir esas emociones y sentimientos, nos convertirmos en sus esclavos. 
 
En este sentido, un estudio llevado a cabo en la Universidad de Harvard reveló que pasamos el 47% de las horas que permanecemos despiertos pensando en lo que nos ha ocurrido o lo que nos podría ocurrir. Esa “mente errática” es la causa de que nos preocupemos excesivamente y de nuestra infelicidad. El mejor antídoto es centrarse en el presente y experimentar gratitud por lo que tenemos y lo que somos. Así lograremos restarles impacto a las experiencias negativas y alcanzar el equilibrio.
 
- Elimina todo lo innecesario
 
Leonardo da Vinci dijo “la simplicidad es la máxima satisfacción”, y no andaba desacertado. A lo largo de nuestra vida cargamos con muchas cosas, que solo sirven para generar caos y abrumarnos. Cuando te das cuenta de que puedes vivir sin ellas y ser aún más feliz, logras valorar más lo que tienes y te liberas de un gran peso. 
 
Eliminar todo lo innecesario también se refiere a los sentimientos, creencias, estereotipos o sueños que no te pertenecen y que solo son un obstáculo. Cuando mires dentro de ti, te asombrará descubrir que muchas de las frases de tu diálogo interior realmente no son tuyas sino que ta las han inculcado. Haz una limpieza mental y deshazte de las emociones que te dañan, como el resentimiento por un viejo suceso, la angustia por algo que probablemente nunca ocurrirá y el miedo a perder lo que tienes. Si vamos más ligeros de equipaje no solo podremos llegar más lejos sino que también disfrutaremos más del viaje.